Our social:

¿Éxtasis?

Les adjunto una extracción de un libro que para mi es como la biblia del desarrollo espiritual de una persona.
Elegí estas líneas porque, basándose en mi experiencia y camino personal, clarifica mucho como desenvolvernos en un mundo como el que estamos viviendo, sobre todo teniendo en cuenta las distintas tendencias espirituales y la gran confusión y mezcla que se encuentran como propuestas de crecimiento personal.
Lo único que les puedo asegurar es que lo que allí dice yo lo he comprobado en mi camino personal.
Espero que les sirva.



¿Éxtasis?

Una vez operado el desprendimiento, se trata de proceder lenta y sistemáticamente. El primer movimiento de la conciencia es, en efecto, el de enderezar su vuelo directamente hacia lo alto, como si fuese aspirada, con una sensación de ascenso infinito, igual que un cohete, luego la estabilización en una especie de Nirvana luminoso. La beatitud que acompaña a este nacimiento en la "cima" (al menos en lo que parece ser la cima) o a esta disolución, es tan irresistible que parecería incongruente volver a bajar a los niveles intermedios para explorar algo; eso sería como decaer; ya no se tiene sino un deseo: el de mantenerse tan inmóvil como sea posible para no estrujar esta Paz del todo unida. En realidad, uno no se ha percatado de que puedan existir niveles intermedios entre la salida por la parte alta del cráneo y la fusión "en lo alto"; deslumbrado como el ternezuelo que abre los ojos a la luz, el aspirante no se reconoce, todo lo mezcla en una especie de blanco, o de blanco azulado, y pierde el asidero, es decir, que cae en trance o en "éxtasis" como se dice en Occidente, o en samadhi como se dice en la India. Y cuando vuelve de ello, el aspirante no ha avanzado más que antes. "En su prisa de llegar... (el aspirante) supone que nada existe entre la mente pensante y el Altísimo, y, cerrando los ojos en su samadhi, trata de precipitarse tan rápidamente como le es posible, sin ver siquiera los grandes y luminosos reinos del Espíritu que entre ambos se extienden. Acaso consiga su propósito, mas solamente para adormecerse en el infinito".
Como es natural, el aspirante dirá que es un estado maravilloso, inefable, supremo, y es verdad, pero como observa la Madre: "Se puede decir cuanto se quiera, porque uno de nada se acuerda... Ciertamente, entráis en samadhi cuando salís de vuestro ser consciente y entráis en una parte de vuestro ser que es de todo punto inconsciente, o más bien, en un dominio en que no tenéis ninguna conciencia correspondiente... Os encontráis en el estado impersonal; es decir, un estado en que sois inconscientes, y a esto obedece, naturalmente, el que no os acordéis de nada, porque de nada habéis sido conscientes. Sri Aurobindo decía que el éxtasis es una forma superior de inconsciencia. Bien podría ser que eso que llamamos Trascendente, Absoluto, Supremo, no sea el aniquilamiento extático de que con frecuencia hemos oído hablar, sino solamente el límite de nuestra conciencia actual; tal vez sea absurdo decir: "Aquí acaba el mundo y allí comienza lo Trascendente", como si hubiese una grieta entre los dos, porque lo Trascendente puede comenzar en el ápice de la razón de un pigmeo y el mundo desvanecerse no más arriba del intelecto. No hay grieta alguna, a no ser en nuestra conciencia. Acaso consista precisamente el progreso de la evolución en explorar zonas de conciencia cada vez más avanzadas en un inagotable Trascendente, que, a la verdad, no se sitúa en "lo alto" o en otra parte de este mundo, sino aquí abajo, por dondequiera, revelándose lentamente a nuestra mirada; porque si en nuestra prehistoria, un día se situó lo Trascendente un tanto arriba del protoplasma, no fue porque haya dejado el mundo del protoplasma para refugiarse más arriba, por cima del batracio, del chimpancé y luego del hombre, en una especie de carrera en que él se ve excluido poco a poco, sino porque nosotros dejamos la inconsciencia primitiva para vivir un poco más adelante, en un Trascendente por doquiera presente.*


* En esta fase de nuestra investigación, no es posible decir más. Es menester aguardar la experiencia supramental para tener la clave de esta falsa oposición.

Así, en vez de desvanecerse en la cima, o en lo que él toma por la cima, y de creer que su éxtasis es un signo de progreso, el aspirante deberá comprender que es el signo de una inconsciencia y empeñarse en descubrir la existencia viviente que se oculta tras su deslumbramiento: "Tratad de desarrollar vuestra individualidad interior -dice la Madre- y podréis entrar plenamente conscientes en esas mismas regiones, y tener la alegría de la comunión con las más altas regiones, sin perder por ello conciencia y volver con las manos vacías en lugar de volver con una experiencia".* Y Sri Aurobindo insistía: "La realización debe producirse y perdurar en el estado de vigilia, si es que queremos que sea una realidad de la vida.... Las experiencias y el trance yóguicos son útiles para abrir el ser y prepararlo, pero solamente cuando la realización es constante y uno mantiene los ojos bien abiertos, entonces la posee uno de verdad". El estado de dominio integral, tal es el fin que perseguimos, no por cierto el estado de marmota espiritual, y semejante dominio no es posible sino en la continuidad de la conciencia: cuando entramos en éxtasis, perdemos a "aquel" que podría ser el puente entre los poderes de lo alto y la impotencia de abajo.


* Se ha creído definir mejor el éxtasis hablando de "enstase". ¿Habremos de creer que no está uno "en sí" sino a condición de estar fuera de sí? Porque el éxtasis -ex stare- consiste, por definición, en estar fuera del cuerpo o fuera de la percepción del mundo. Nosotros quisiéramos, para decirlo sencillamente, un en sí que no esté fuera de nosotros. No podremos hablar de veras de "enstase", sino cuando las experiencias supremas se hayan situado en nuestro cuerpo y en medio de la vida cotidiana; de lo contrario, se tratará de un mero abuso de lenguaje, aun cuando, a su manera, exprese perfectamente el abismo que hemos abierto entre la vida y el Espíritu.


Cuando hubo roto la envoltura en el ápice del cráneo, Sri Aurobindo se entregó en la cárcel de Alipor a la exploración metódica de los planos de conciencia que se hallan arriba de la mente ordinaria, así como en Baroda había explorado los planos de conciencia que se encuentran por debajo de ella. Reanudaba allí donde la había dejado, la ascensión de la gran escala de la .conciencia, que se extiende sin grietas ni hiato extático alguno desde la Materia hasta el punto X que había de ser el lugar de su descubrimiento. Porque "no se alcanza la Verdad suprema o el conocimiento integral de sí por medio de un salto a ciegas en el Absoluto, sino por un tránsito paciente a través de la mente y aun más allá de ella".

Seres y Fuerzas

Sin caer en la cuenta, todos nosotros recibimos constantemente influencias o inspiraciones de esos planos superiores supraconscientes, que en nosotros se traducen por ideas, por ideales, por aspiraciones, por obras de arte; ellos son los que secretamente modelan nuestra vida y nuestro futuro; así como recibimos, constantemente y sin saberlo, vibraciones vitales o vibraciones físicas sutiles que a cada instante determinan nuestra vida afectiva y nuestros cambios con el mundo. No estamos encerrados en un cuerpo individual personal, sino por una tenaz enajenación visual; en realidad, somos enteramente porosos y nos bañamos en las fuerzas universales igual que la anémona en el mar: "El hombre habla intelectual y atolondradamente, discute los resultados superficiales que atribuye a su «noble yo», ignorando que este «noble yo» se encuentra oculto lejos, muy lejos de su mirada, detrás del velo de su intelecto pálidamente centelleante y la bruma densa de sus sentimientos, sus emociones, sus impresiones, sus sensaciones y sus impulsos".Nuestra única libertad consiste en elevarnos, por medio de la evolución individual, a planos cada vez más altos, y nuestro único cometido, el de transcribir y encarnar materialmente las verdades del plano a que pertenecemos. Podríamos, pues, si queremos comprender mejor el mecanismo del universo, poner hincapié en dos puntos importantes, comunes, de arriba abajo, a todos estos planos de conciencia. En primer lugar, esos planos no dependen de nosotros ni de lo que acerca de ellos pensamos nosotros, de igual modo que el mar no depende de la anémona; existen independientemente del hombre. La psicología contemporánea, que mezcla confusamente todos los grados del ser en un llamado "Inconsciente colectivo", como si se tratase de un enorme sombrero de prestidigitador de donde se sacan a la ventura los arquetipos y las neurosis; es a este respecto la prueba de una insuficiencia de visión; de un lado, porque las fuerzas de esos planos no son, salvo para nosotros, inconscientes de todo punto; son, por el contrario, muy conscientes, infinitamente más conscientes que nosotros; y por otra parte, porque esas fuerzas no son "colectivas", en el sentido de que no son el producto de una secreción humana, así como el mar no es el producto de la anémona; es el hombre frontal el producto de esta Inmensidad que se halla detrás de él: "Las gradaciones de conciencia son estados universales que no dependen del modo de ver de la personalidad subjetiva. Antes por el contrario, la manera de ver de la personalidad se halla determinada por el nivel de conciencia a que pertenece y en el cual se encuentra organizada conforme al tipo de su naturaleza o a su fase evolutiva". Naturalmente, es humano invertir el orden de los valores y colocarse en el centro del mundo. Por lo demás, no es asunto de teoría, siempre contestable, sino de experiencia, a la que cada cual queda invitado: cuando uno se exterioriza, es decir, cuando uno sale de su cuerpo y entra conscientemente en esos planos, se da cuenta de que ellos existen perfectamente fuera de nosotros, así como el mundo entero existe perfectamente fuera de cualquier ciudad de la tierra, con fuerzas y aun con seres y lugares que no tienen nada de común con nuestro mundo terrestre; civilizaciones enteras dan testimonio de ello, y lo han dicho, lo han grabado, lo han pintado en sus muros o en sus templos; civilizaciones que fueron tal vez menos ingeniosas que la nuestra, pero seguramente no más estólidas.
El segundo punto importante atañe a las fuerzas conscientes y a los seres que pueblan esos planos. Es preciso poner aquí en evidencia la parte de superstición y aun de superchería que representa nuestra contribución "colectiva", y la parte de verdad. Como siempre, las dos se hallan estrechamente mezcladas; por este motivo, el aspirante integral debe, más que ningún otro, estar armado de esa clara austeridad en que Sri Aurobindo tanto insistía y no confundir la supra-razón con la sinrazón. Prácticamente, cuando uno entra de modo consciente en esos planos, ora sea en el sueño, ora en la meditación o en la exteriorización voluntaria, puede ver dos clases de cosas: corrientes impersonales de fuerza, más o menos luminosas, o seres personales. Mas no se trata sino de dos maneras de ver "la misma cosa: El muro entre lo que uno llama conciencia y fuerza, impersonal y personal, se torna muy delgado cuando se pasa tras el velo de la materia. Si un proceso se mira del lado de la fuerza impersonal, se ve una energía o una fuerza en acción que funciona con un propósito y produce un resultado; si se mira del lado del ser, se ve un ser que posee una fuerza consciente que él dirige y emplea, a menos que este ser sea él mismo el representante de una fuerza consciente y sea utilizado por ella como instrumento de una acción particular. La ciencia moderna ha descubierto que si se mira el movimiento de la energía, ésta se presenta por una parte como una onda y se comporta como una onda, y de otro lado, como una masa de partículas que se comportan como una masa de partículas, y cada lado funciona a su manera. Ese es, aquí, más o menos, el mismo principio".
Algunos aspirantes no verán nunca seres, sino fuerzas luminosas; otros no verán sino seres, nunca verán fuerzas; todo dependerá de su actitud interior, de su aspiración, de su formación religiosa o espiritual y aun de su cultura. Es aquí donde la subjetividad comienza y con ella los riesgos de error o de superstición. Pero la subjetividad no es una descalificación de la experiencia, es simplemente el signo de que la misma cosa puede ser vista y transcrita de diferentes maneras según nuestra formación; quisiéramos saber si dos pintores han visto alguna vez un paisaje del mismo modo, para no hablar sino de realidades "concretas". A creer a los legisladores de lo natural o de lo sobrenatural, el criterio de la verdad debería ser una inmutable constancia; más bien podría ser que ello fuese el criterio de nuestro aturdimiento. La multiplicidad de las experiencias prueba solamente que nosotros nos aproximamos a una verdad viviente, no a un residuo endurecido como lo son nuestras verdades mentales y materiales. Además, estas fuerzas conscientes -muy conscientes, por cierto- pueden tomar todas las formas que quieran, no por superchería, sino para hacerse accesibles a la conciencia de quienes se abren a ellas o las invocan. Una santa cristiana que tiene, por ejemplo, la visión de la Virgen, o una santa hindú que tiene la visión de Durga, ven tal vez la misma cosa, han entrado tal vez en contacto con el mismo nivel de conciencia y las mismas fuerzas; pero es evidente que Durga nada significaría para una cristiana y que si, por otra parte, esta fuerza se manifestase en estado puro, es decir, bajo forma de vibración luminosa impersonal, no sería accesible a la conciencia del devoto de la Virgen o del devoto de Durga, o, en todo caso, no les hablaría al corazón. La devoción tiene también sus fueros; no todo el mundo se halla lo bastante desarrollado para comprender la intensidad de amor que puede haber, en una simple lucecita dorada, sin forma. Pero lo que es más interesante aún, es que si un poeta, Rimbaud o Shelley, por ejemplo, se abriesen a estos mismos planos de conciencia, ellos verían otra cosa aún, que es, sin embargo, la misma cosa; es evidente de todo punto que ni Durga ni la Virgen forman parte de sus preocupaciones; acaso perciban ellos entonces una gran vibración, o pulsaciones luminosas, ondas coloreadas, que en ellos se traducirán por una emoción poética intensa; recordemos a Rimbaud: "Oh felicidad, oh razón, yo aparté del cielo el azur, que es negro, y viví, chispa de oro de la luz naturaleza"; y esta emoción será tal vez del mismo nivel de conciencia, si puede decirse así, o de la misma frecuencia que la de la mística hindú o la de la devota de la Virgen, aun cuando la transcripción poética de la vibración percibida pueda parecer que se halla en las antípodas de toda creencia religiosa. Y el matemático, que en un momento de lucidez que lo transporta de alegría, ve de repente una nueva imagen del mundo, ha alcanzado tal vez la misma altura de conciencia, la misma vibración reveladora. Porque nada ocurre "en el aire", todo se halla situado en alguna parte, en algún plano, y cada plano posee su propia longitud de onda, su propia intensidad luminosa, su frecuencia vibratoria particular, y por mil caminos diferentes puede alcanzarse el mismo plano de conciencia, la misma iluminación.
Los que han trascendido o creído trascender la fase de las formas religiosas, llegarán muy pronto a la conclusión de que todas las formas personales son engañosas o de naturaleza inferior, y que solamente las fuerzas impersonales son verdaderas, pero no se trata sino de un abuso de nuestra lógica humana, que quisiera reducir todo el mundo a la uniformidad. La visión de Durga no es más falaz o imaginaria que el poema de Shelley o que esta o aquella ecuación de Einstein que fueron verificadas diez años más tarde. El error y la superstición comienzan cuando se dice que sólo la Virgen es verdadera en el mundo, o que solamente Durga lo es o lo es sólo la Poesía. La verdad conciliadora sería el ver que todas estas formas proceden de una misma Luz, divina, en grados variables.
Mas otro error sería el creer que las fuerzas llamadas impersonales son fuerzas mecánicas mejoradas; ellas tienen una intensidad, un calor, una alegría luminosa que posee todo el aspecto de una persona sin rostro; para quienquiera que alguna vez se haya visto anegado por un torrente de luz dorada, por un brote azul zafiro, por un resplandor de luz blanca, ya no cabe ninguna duda de que ese oro se acompaña de un Conocimiento espontáneo pletórico de alegría; que ese azul se acompaña de un poder muy sólido, y esa blancura de una Presencia inefable. Hay fuerzas que descienden como una sonrisa. Entonces se comprende de veras que el muro personal-impersonal, conciencia-fuerza, es una mera distinción práctica de la lógica humana, sin relación con la realidad, y que no es preciso ver personajes para hallarse en presencia de la Persona.
Prácticamente, lo único esencial es abrirse a esos planos superiores; cuando se entra en ellos, cada cual recibe conforme a su capacidad y conforme a sus necesidades o a su aspiración. Todas las querellas que se suscitan entre materialistas y religiosos, entre filósofos y poetas, entre músicos y pintores, no son sino puerilidades de una humanidad inexperta en que cada cual quisiera ajustar el mundo a su propia medida. Cuando se alcanza la Verdad, se ve que Ella puede contenerlo todo sin que nada se querelle, y que todo el mundo es hijo suyo; el místico recibe la alegría de Aquel a quien ama, el poeta recibe la alegría poética y el matemático la alegría matemática y el pintor recibe revelaciones coloreadas, y todas son alegrías de orden espiritual.
Sin embargo, la "clara austeridad" es una protección poderosa, porque infortunadamente no todo el mundo es capaz de remontarse a las altas regiones en que todas las fuerzas son puras; es mucho más fácil abrirse al nivel vital, que es el mundo de la gran Fuerza de Vida, del deseo y las pasiones (el que bien conocen los mediums y ocultistas), y allí las fuerzas inferiores han cobrado muy pronto apariencia divina bajo colores brillantes, o han tomado formas terribles. Si el aspirante es puro, verá la superchería en ambos sentidos, terrible o maravillosa, y su pequeña luz psíquica disolverá todas las amenazas, todos los ruidosos espejismos del melodrama vital. ¿Mas quién puede nunca estar seguro de su pureza? Si, pues, no perseguimos formas personales, sino sólo una verdad cada vez más alta, a la que dejaremos el cuidado de manifestarse en la forma que mejor lo tenga a bien, estaremos a cubierto del error y de la superstición.
Podemos ahora tratar de dar una idea de estas gradaciones supra conscientes tal como uno las descubre cuando no sucumbe a la inconsciencia extática, y tal como Sri Aurobindo las conoció por experiencia, y es cierto que lo que más se aproxima a la verdad universal no son las formas siempre limitadas y relativas a una tradición o a una época -aun cuando esas formas tengan su lugar y su verdad-, sino vibraciones luminosas. Y, repitámoslo, cuando decimos "vibraciones" no nos referimos a alguna mecánica ondulatoria sin contenido, sino a movimientos de luz que, de modo indecible, contienen la alegría, el amor, el conocimiento, la belleza y todas las cualidades de que se revisten, de modo muy diverso y en distintos grados, las altas manifestaciones de la conciencia humana, religiosas o ajenas a la religión:

"Una luz no nacida del sol, ni de la luna, ni del fuego.
Una luz que permanece adentro y ve adentro
Derramando una íntima visibilidad"

Extracto del libro SRI AUROBINDO O LA AVENTURA DE LA CONCIENCIA - Satprem